Los sentimientos son contradictorios. No es un juego, ni tampoco una decisión final. Pero el levantarse de la cama, supone para mi un gran reto... Sin esperanzas, sin motivos, sin ninguna motivación, idea, ilusión... no hay nada. Eso es lo que me da temor.
No hay nada en mi vida que me anime o me de motivos para seguir. Ni una señal, ni una guía, nada.
Tumbado aquí, boca arriba, sin mover ningún músculo de mi cuerpo, los dedos de la mano están temples, mis piernas se empiezan a bloquear en su posición natural, mi cabeza pesa más y más. Lo acompaña el cuello, tronco, brazos. Estoy atarazado, echando raíces en mi cama.
Boca arriba.
¿Que va a ser de un ser tan despreciable como yo? Que no mueve nada por nadie.
Tengo miedo.
No entiendo nada...
Respiro profundamente, mi pecho se infla, noto como el aire me da vida. Un pensamiento se me cruza. Una luz de esperanza. Una idea.
Si, si. Empiezo a comprender la situación. No hay nada en mi vida porque no hago nada en ella.
¿Tan fácil es? ¿Tan obvio?
Parpadeo rápido, dándome cuenta de que lo e echo después de levantarme. El miedo se disipa. El miedo se va, se oculta. El miedo, empieza a tenerme miedo.
Me lavo la cara y desayuno algo, me sienta ese desayuno a gloria. Aprovecho esa felicidad instantánea y cojo un libro, leo un poco, paso una pág, leo un poco más, pasan horas y estoy sumergido en otro mundo, en otra historia. Sin querer acabo el libro. Me ha inspirado, tanto, que decido salir a la calle.
Sin miedo, sin preocupaciones.
Cabeza alta y orgulloso. Si no quiero caer, debo moverme.
Tan fácil, tan simple, tan... invisible. Buscamos lo complicado, lo grande, lo poderoso... Cuando aveces, no nos damos cuenta, pero, la vida es así de simple.
La vida es simple.